Confianza

Confianza

El trayecto es largo y pedregoso. La ruta es desierta y polvorienta. Llena de cardos, piedras e incordios. El camino es culebrero, como dicen en algunos países de Sudamérica con justa razón. Así es la escritura. Así es mi escritura, después de años de seguir un impulso ciego, después de temporadas enteras de rechazar bailes, fiestas, eventos y agasajos en la incombustible ciudad de Berlín, que es mi hogar hace casi once años ya, que es el lugar donde me siento cómodo y a gusto, que es el territorio que me ha enseñado que siempre es posible ir más allá, que siempre habrá una puerta al borde del abismo, una puerta que parece nada, con la madera rayada y pintarrajeada, una membrana que oculta fiestas, placeres y sucesos que no tienen mapa ni explicación. 

Porque así es esta bendita ciudad, una a la que da gusto volver incluso después de las vacaciones, una cosa de la que no sé cuántas ciudades podrán jactarse. Salir el viernes y volver el domingo, el lunes por la madrugada es la tónica, es lo posible, es lo instintivo. Salir sin planes o con algunos, con el boleto para los trenes y los buses, con dinero en efectivo, con los zapatos lustrados y la ropa bonita, con los pañuelos y el cuello perfumado, con los ojos bien abiertos buscando el callejón donde se oculta la fiesta maestra, la exposición divina, el concierto que no está publicado en ninguna parte y que no tiene pelos ni señales. Ese camino lo he recorrido, porque es lo que ha tocado, porque es lo que hay que hacer, porque así está escrito en el aire. Pero a qué costo, ahora que me he consagrado a esto de la escritura? A costa de un capítulo o dos, a costa de horas alejado de este teclado, a costa de libros que me celan en las horas de sueño y en las de vigilia. Parece un precio nimio y muy a mi pesar confieso que a veces me encuentro dispuesto a pagarlo, pero aquellas veces son las menos. Porque en una ciudad como ésta que está en la palma de la mano, en un territorio que ofrece los placeres de la carne y del alma, en un conjunto urbano confuso, desordenado y tantas veces pecando de ingenuo e infantil, mi decisión últimamente ha sido darle de bajo a esa botella, a esa bolsa de tabaco, a esa caja de condones en la tranquilidad de mi hogar, que está cada día más bonito, que me he ocupado de embellecer y llenar de candelabros, que me he esforzado en convertir en lugar inspirador.

Aquí puedo hacer todo lo que mi cuerpo me pide de manera inmediata sabiendo que estas teclas están siempre al alcance, sabiendo que puedo terminar la fiesta como quien corta una piña con un machete, con la confianza de que cualquier cosa que venga la puedo transformar en libros. Incluso a veces cocinando para mí mismo, brindando con el espejo y otras cosas que hacemos los solitarios. Así serán las más de las veces, porque en Berlín se puede retomar siempre, porque cada semana habrá un evento mejor que el anterior, porque al leer y editar mis textos me lleno de confianza y ante la lluvia y el granizo decido seguir adelante, porque tengo la confianza inquebrantable de que mis textos encontrarán una casa editorial, porque es tanto lo que está en juego que no queda de otra, porque me debo a mi oficio y a mis futuros lectores. Sea.

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cdittmann

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Christian Dittmann es diseñador gráfico, músico y escritor nacido en Santiago de Chile y residente en Berlín desde el 2013. Autor de novelas, poemas, ficción y anticipación.

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