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El segundo borrador está finalmente disponible y lo enviaré a los lectores cero en espera de críticas y comentarios. El texto alcanzó una longitud de 89.000 palabras y el proceso de edición fue minucioso. Limpié el texto de cacofonías e introduje mejoras según fue necesario hasta quedar conforme con cada palabra. Para ello dejé como es habitual que el procesador de texto leyese los párrafos en voz alta, porque de esa forma es como mejor se puede apreciar la calidad de un escrito desde el punto de vista de la cadencia. Mejoras de puntuación y gramaticales, junto con cambios para fortalecer la trama y atar cabos que quedaron sueltos durante la maratón de la escritura. Algunos autores prefieren dejar pasar un tiempo antes de enfrentar la tarea de edición, pero en mi caso este proceso tiene lugar poco después de finalizar el primer borrador, por dos razones específicas: Uno, porque el texto crudo no se lo muestro a nadie, es desde el segundo  borrador en adelante cuando empiezo a compartir mis obras para revisión. Dos, porque necesito dejar atrás un libro cuanto antes para tener la mente despejada en aras del siguiente. Es agotador pero necesario. Para mí funciona así, supongo que hay tantas recetas como autores. Ahora hay una nueva novela lista y toca dejarla ir para que se vuelva propiedad del público. Los pasos a seguir serán evaluar concursos y casas editoriales que resuenen con el libro. Tomaré un descanso de una semana tal vez antes de comenzar a escribir nuevamente y es probable que durante el lapso me dedique a seguir editando obras anteriores, porque tras cada libro mejora el arte, se fortalece la capacidad de autocrítica y se ganan nuevas herramientas que ayudan en el campo de la palabra. También aprovecharé para retomar un montón de libros que me quedan por empezar y terminar, pero tengo que seguir en contacto con la literatura, por eso es que me llamo a mí mismo escritor.