Acerca del Autor

semblanza del escritor

Escritor de ficción

Soy un autor con habilidad para contar historias emocionantes e intrigantes. Mi dominio del lenguaje y sus recursos me ha permitido forjar una obra que crece sin parar y lo que tengo para ofrecer es un universo en lugar de una colección de libros. Me he dedicado a la labor de escribir con sólida dedicación y tal experiencia me ha permitido desarrollar una voz que relata con soltura y propiedad. 

Viajes y experiencias. Todo queda en la memoria, todo se convierte en literatura

Acerca del Autor

Escrito por: Stephen Reynolds

Crédito de la foto: Marisol Ebner

Christian Dittmann nació en Santiago de Chile durante el período de la dictadura. A pesar de ello, su infancia no se vio afectada por la contingencia y sus recuerdos no están impregnados por la injusticia y la miseria que tantos de sus compatriotas tuvieron que vivir durante aquel oscuro período en la historia del país.

Su madre se ocupaba de llevarlo a la playa, de enseñarle acerca de pintura, de botánica, de música clásica y de presentarle los artefactos de Nicanor Parra. Su padre le mostraba la literatura nórdica, le contagiaba el gusto por los autores rusos y los norteamericanos, y le leía pasajes de las obras de los premios Nobel. Su abuelo era también escritor y tenía una biblioteca donde Christian se pasaba tardes enteras leyendo ciencia ficción, novela negra y libros autografiados por los veteranos chilenos de la generación del 50.

En el año 1987 la familia se traslada a la ciudad de Pucón en el sur del país. Allí sufrió Dittmann lo que él más tarde calificaría como «un aterrizaje forzoso, un cambio de paradigma», dejando atrás sus costumbres capitalinas y saludando unos modos extraños y hostiles que le traerían enseñanzas disfrazadas de penurias. Por esos años conoció a Faulkner, Flaubert, Tolstoi y la naturaleza en su más descarnada expresión, se mezcló con las gentes y las costumbres, aprendió humildad y pragmatismo, encontró valores basados en la conexión con la Pacha Mama y la urgencia de la vida.

Uno de los puntos altos y parte de los más preciados recuerdos de su periplo por el sur fue su participación en un Nguillatún o ceremonia mapuche de agradecimiento, un evento cerrado realizado en medio de los cerros donde solamente se podía acceder mediante invitación directa. Durante dicha sesión presenció sacrificios y extrañas liturgias, aprendió a distinguir las llamas de los espíritus y se escondió de los pájaros oscuros que volaban rasantes. En aquellos años, motivado por la idea de los brujos, las entidades elementales y la poesía de Omar Khayyam, Dittmann escribía versos y los arrojaba al fuego. Durante la misma época tuvo la oportunidad de tomar clases de literatura con el escritor Ziley Mora, quien además le enseñó filosofía y lo introdujo en los misterios de la cultura mapuche.

Luego vino la etapa universitaria. Christian se mudó a la ciudad de Valdivia, donde vivió un año de furia, una explosión descontrolada, una iniciación marcada por libros como el Bhagavad Gita, el Tao te King y diversos textos relacionados con el karma, la reencarnación y los placeres carnales.

En aquella época sus mayores influencias musicales eran el rock progresivo de la década de los 70, el reggae y la sicodelia, un telón perfecto para sus incursiones en los laberintos de la mente. La poesía había desaparecido para dar lugar a letras de canciones, que eran escritas en cuadernos, papeles y servilletas. El año en la ciudad austral fue perdido en lo académico, pero ganado en experiencia.

Después se mudó a la ciudad de Temuco, donde entró a estudiar diseño gráfico. Las malas juntas dieron lugar a la experimentación con sustancias alucinógenas, las buenas juntas trajeron de vuelta la poesía junto con la música y la pintura.

Los primeros años fueron fructíferos, rindieron enseñanzas y aprendizajes. La música empezó a calar hondo y Dittmann se interesó por los sonidos industriales y las fiestas donde lo dejaban pasar música a cambio de alcohol y poco más, sin embargo este fue un periodo de avance espiritual. Dittmann experimentó con sicotrópicos y tenía a Castaneda y Gurdjieff en su cabecera.

En los años siguientes alternaría sus actividades entre las ciudades de Temuco y Pucón, donde abrazó las actividades de pintor, guitarrista y esquiador. En esta etapa la poesía fluía como el vino y Christian escribió varios cuadernos que se perdieron en el trajinar de cambios y mudanzas, «tal vez sea para mejor» según sus propias palabras. En aquella época leía a Bulgakov, Gogol, Solzhenitsyn, Lagerlöf y Zweig, al mismo tiempo que sus esfuerzos autodidactas como músico estaban empezando a rendir frutos. Vinieron las primeras publicaciones en un sello alemán, seguidas por nuevos discos en Alemania, Canadá, Dinamarca, Suiza y apariciones en compilaciones internacionales.

El campo y el verdor ya habían hecho su trabajo, entonces la urbe hizo su llamado y Dittmann retornó en el año de 1999 a la ciudad que lo vio nacer. En Santiago terminó su formación como diseñador gráfico y aumentó la marcha con su carrera musical. En 2005 fue invitado a la ciudad de Seattle como miembro de la Red Bull Music Academy. Allí pasó dos semanas con un grupo de gente de lo más ecléctico, dedicado a la música y a lo extramusical por igual.

A su vuelta a Santiago le quedó claro que en adelante la vida iba a ser imposible, sobre todo después de conocer la obra de Bukowski, Rushdie y Palahniuk. Imposible en una ciudad donde por aquellos años tan poco contacto había con el mundo. Dittmann resistió y se ocupó como profesor en distintas universidades de Santiago, donde enseñó diseño y tipografía. En aquellos años su pluma se encontraba seca.

Entonces, por motivos muy distintos a la literatura decidió mudarse a Alemania, la patria de sus ancestros. En el 2013 se fue a Berlín. Allí aterrizó en un piso compartido, experimentó con la libertad sexual, nuevas drogas y nuevas formas de amar y de bailar. Berlín recibió a Dittmann con los brazos abiertos y lo integró de manera impecable, mas experimentó un shock cultural inverso, como él mismo explicaría años después en una entrevista.

En Alemania descubrió Dittmann a Bolaño. «Fue en el momento perfecto, sucedió cuando tenía que suceder.» El mismo año 2013 voló a Moscú con sus máquinas invitado a tocar en un renombrado club en el circuito industrial de Basmanny. Este fue el punto de inflexión en la vida de Christian. «Me volví loco en reversa, es difícil de explicar, tal vez no deba ni intentar explicarlo.»

De vuelta en Berlin, el año 2015 nació su primer y único hijo. El periodo de crianza acabó con la música y con las fiestas: «Todo el que sea padre entiende que aunque el deseo sea ardiente, las prioridades cambian con un bebé en casa.» Se mudó con su flamante familia a la ciudad de Werder, en el estado de Brandenburgo. Allí no había más que bosques y lagos, y la tensión se comenzó a juntar hasta que fue insoportable.

Christian volvió en soledad dos años más tarde a la ciudad de Berlín, a comenzar nuevamente casi desde cero. «Fueron años miserables, tiempos dolorosos, pero mirándolo en retrospectiva me parece adecuado. No justo, pero sí adecuado. Se necesita miseria e intensidad para desatar a un autor. Todos saben que la adversidad es el mayor motor de la fuerza creativa.»

En los años subsiguientes desarolló su carrera primero como empleado y luego como independiente en el área del diseño y la consultoría. Viajó por Europa occidental y oriental, sumergiéndose en el arte, la cultura y los artes culinarios, una experiencia que según él le ha dado una riqueza y una madurez que no transaría por nada. «Cambiaría pocas cosas si pudiese volver atrás, supongo que pese a todo he sido afortunado.»

Luego el mundo se detuvo debido a la contingencia, entonces se vio encerrado y ese fue el motor para su carrera de escritor. En estos momentos se dedica mayormente a escribir y entrega por lo menos tres obras por año. «Mantendré este ritmo mientras quede tela por cortar.»

Biografía para Prensa

Escrito por: Nathan Böhrs-Metius

Crédito de la foto: Dana Schwartz

Christian Dittmann es diseñador gráfico de profesión. Nacido en Santiago de Chile, se mudó a la ciudad de Berlín en 2013. Allí ha desarrollado su carrera de manera independiente como asesor para empresas alemanas y extranjeras relacionadas con el rubro de la tecnología y las comunicaciones.

Su gusto por la lectura surgió a temprana edad. Las tardes libres después de clases las pasaba explorando las estanterías de la biblioteca familiar. Así se aficionó a los clásicos de la literatura rusa, europea y estadounidense. Conoció a los esenciales de la escena latinoamericana y se entretuvo con la novela negra, policial y de ciencia ficción. Su perspectiva de lector y sus viajes le han dado herramientas para entender el mundo y las relaciones humanas de una manera particular. En cada puerto encontrar una historia, en cada esquina descubrir un personaje, rescatar lo cómico de cada desdicha.

Al comienzo de la contingencia global se vio encerrado sin saber por cuánto tiempo, y en ese momento fue cuando tomó la decisión de sacar partido de la incertidumbre y comenzar su carrera como escritor. El compromiso ha sido serio, pues desde entonces ha escrito siete novelas, un libro de poesía, dos libros de cuentos y un texto de investigación histórica. Ahora se encuentra editando su última novela y trabajando en la siguiente.

Escribir es para él una terapia y según sus palabras se ha transformado en una necesidad. Por lo mismo trabaja casi todos los días con las letras y ha tenido que robarle tiempo a las horas para alternar entre la soledad del oficio de escritor, las obligaciones y las actividades culturales que Berlín tiene para ofrecer. «A este paso espero escribir un montón de libros antes de cerrar el boliche.»