Amigos

Amigos

Tengo un amigo imaginario. Llega siempre tarde y trae ruido de cadenas o metales que le cuelgan, tal vez sean vidrios o incluso pedazos de cerámica. Aparece fumando, siendo que sabe que yo estoy dejando de fumar y que no tolero el humo de cigarrillo dentro de la casa. Se quita los zapatos en la entrada, los arroja por ahí y camina hacia el refrigerador con pasos de elefante. Abre la puerta y se queja de que no hay Gruyère, de que el pesto se ha puesto rancio, de que la carne huele a ajo, de que el Chardonnay está apenas tibio, de que las bananas no van allí, de que la soda está sin gas y otras cosas que no alcanzo a oír porque a propósito subo el volumen de la radio para no escuchar babosadas.

Por lo general estos asuntos no me inquietan, pero hay veces en que tengo que beber para no desquiciarme, así que descorcho una botella de vino y me siento a escribir. Allí me quedo un buen rato dándole a las teclas y se siente una calma, pero luego noto que el imaginario está mirando por sobre mi hombro con cara de espanto. De lo que escribo no dice nada, hasta ahora ni una sola palabra, pero es cierto que su presencia me influye de alguna manera que no entiendo cómo explicar.

El sol avanza y llega la hora de comer. Le pregunto tienes el estómago vacío y me contesta no he comido más que castañas. Yo quisiera saber de dónde carajos habrá sacado castañas, a veces creo que me miente en todo, pero esas son ideas que ahuyento con movimientos de las manos, porque para qué le va a mentir un amigo a uno, esas cosas no hacen los amigos. Hago una ensalada con hierbas y aderezos, cocino una carne al horno con romero y harto ajo, preparo cuscús con una salsa medio picante y arreglo la mesa con esmero. Como solo, desde luego, pero pongo dos copas. Él me mira y se queja del viento y de las amapolas, me cuenta de sus viajes al mercado y al correo, de sus aventuras con mujeres y tranvías, y luego me confía sus problemas, que no son menores.

En este punto tengo que pararme a bajar el volumen de la radio porque Caruso está aullando, y aunque yo con eso me deleito un amigo se merece plena atención sobre todo cuando se habla de problemas. Cada vez le pasa algo peor, es que no se puede creer la mala suerte que sufre, aunque es natural que se meta en problemas porque tiene un carácter del demonio y una personalidad imposible para cosas del amor. Yo sigo bebiendo y le digo oye, imaginario, te estás pasando, no te creo nada. Y esas son las palabras mágicas porque sale dando un portazo que a mí me da risa, pobre tipo. 

Yo no sé si es que todos tendrán amigos imaginarios, ni tengo idea de la duración de semejantes amistades, lo único que me queda claro es que lo peor que puede pasar es que el tal se aparezca cuando estoy en la cama con mi novia, porque entonces suceden cosas que no se pueden tolerar y ponen a prueba mi paciencia y mi fraternidad. A veces pienso que me tengo que librar de este individuo, creo que está celoso de que yo sea escritor, y escribo remedios en tres actos con indicaciones específicas para romper semejante amistad de manera inmediata y permanente. He encontrado unas fórmulas estupendas, algunas son tan buenas que les tengo plena confianza y por lo mismo le aguanto casi todo al imaginario, porque tengo la certeza de que lo puedo eliminar de un plumazo como quien mata a un personaje en el último capítulo.

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cdittmann

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Christian Dittmann es diseñador gráfico, músico y escritor nacido en Santiago de Chile y residente en Berlín desde el 2013. Autor de novelas, poemas, ficción y anticipación.

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